C Crónica de BA Feria Gourmet
Nombre: Jorge Raúl Vásquez
Comisión: 56
Docente: Santiago
Castellano
Consigna: Crónica BA Feria Gourmet
Tipo : Individual
Versión: Original
Titulo: BA Feria Gourmet
Fecha: 15 de mayo 2022
Crónica de BA Feria Gourmet
La propuesta era otra: ir a la Feria del Libro y recorrerla, percibir las emociones propias y ajenas, participar de algún evento, y escribir una crónica. Cambié de feria. Primero, ésta es al aire libre, cosa mucho más saludable con el aumento del 300% de los contagiados de COVID en la semana. Segundo, me di el viernes la cuarta dosis de la vacuna para el virus en cuestión. Estoy ligeramente destruido, con la mente vacía y un cansancio persistente que resiste el dormir, y no tengo ganas de viajar ni manejar a La Rural, ni de estar en un mar de gente. Tercero la Feria BA Gourmet está a dos cuadras de casa, en una tarde soleada y sin viento. Allá voy.
Es una Feria Itinerante, que cada vez tiene productores más sofisticados en sus puestos, productos y atención. Marcas selectas de miel, mermeladas orgánicas, encurtidos, quesos especiales, chacinados artesanales, panes exóticos, alfajores, tortas caseras, champiñones, chocolates variados y otros alimentos gourmet que, por cierto y por precio, no son de la economía popular.
Ocupan una calle entre 2 plazas, con un túnel de árboles de vereda a vereda, una variante de jacarandá, más bajo que su homónimo. En Uruguay lo llaman “Oreja de Negro” pues el fruto es negro, de tamaño y forma arriñonada similar a una oreja humana. Las copas son parejas con cuatro a seis ramas que parten a la misma altura en todos los árboles, lo que les confieren un aspecto elegante. Parecen dibujados por un nene mas que reales.
Los puestos están alineados contra el cordón de un lado de la calle, en tanto que en el opuesto hay mesas para 8 a 10 personas, con sillas. Todo es de madera barnizada, las mesas vestidas con manteles de tela negros.
Se circula con tranquilidad, hasta donde están los puestos de comida. Esa es la parte “culturosa” de la feria. La cocina étnica ha hecho su impronta en estas ferias. Aquí todo es multi. El multiculturalismo es además multiétnico y multicontinental. El primer puesto es de comida “fast food” poco convencional, con sándwiches veganos, bastones de soja apanados y fritos. Poca gente. El siguiente es ya un clásico de la feria: el puesto venezolano. Arepas -cuya forma y textura nunca ví en Venezuela- tequeños, Pabellón Nacional, patacones, boniato frito y demás. Las voces de las comandas son bien venezolanas, “Oye chico, ¿que has pedío tú?”, con la cadencia que los identifica.
Sigue algo realmente exótico y que nunca probé: cocina haitiana. Tres morenas afro haitianas, de pelo mota largísimo y recogido hacia arriba como si tuvieran un ánfora en la cabeza. Un mar de gente, imposible acercarse a ver qué tienen y cómo huele esa comida, pero parecen guisos muy condimentados y algo de parrilla. Y ya que estamos por América, no falta el puesto mexicano , con nachos, quesadillas, tacos con variados rellenos.
Un dato diría insólito: no se venden alcoholes en ningún puesto, y tampoco se ve que se traiga de afuera. Es un poco difícil pasar unos nachos o unos tacos sin una cerveza “Iguana” con un gajo de lima adentro…
Esta vez no está el puesto de Crepés, que ahora está mas internacionalizado, pues han salido puestos de “crepas”, me parece que colombianos.
Y hacia la punta de la feria, el toque de Medio Oriente; con su aroma a carne asada y especias , la comida árabe con su shawarma girando y el cocinero que ataca con su enorme cuchillo -¿no será una cimitarra?- desprendiendo la carne “mechada” diría un venezolano del puesto vecino, o sea la carne hecha mechas. Fatay, babaganoush , hummus y otros acompañamientos están a pedido, y si eres un arriesgado, te clavas un baklava que empalaga, meloso y chorreando almíbar.
Es un recorrido de aromas, colores y sonidos, pues algunos puestos tienen su música típica, como las canciones árabes, las rumbas venezolanas, y los boleros mejicanos. Para cerrar el circuito, un viejo saxofonista toca en una de las plazas, un repertorio bastante ecléctico. Cuando llegué, sonaba un Ave María sublime. Para compensar, siguió con una pieza de música judía de los años 30, y un grabado -sin canto, sobre el que superponía el saxo como voz- de “California Somnolienta” de The Mamas and the Papas, de la década del 60, uno de los himnos de mi juventud. Una tarde diferente, con mucha mas gente de la que me gustaría a mi alrededor, y recordando aquellos productos y sabores que forman la memoria multisensorial ( el último multi...)de quien ha viajado.
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