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Confieso que he vivido (perdón Neruda… )
Nombre: Jorge Raúl Vásquez
Comisión: 56
Docente: Santiago
Castellano
Consigna: Presentación
Tipo : Individual
Versión: Original
Titulo: Confieso que he vivido (perdón Neruda… )
Le he robado el título a Neruda, pues realmente, he vivido una vida en presente, por lo que el pasado es una larga sucesión de logros, aún en los momentos mas difíciles. Todo es aprendizaje, y siempre aprender es un logro. Por amor a la Naturaleza y a la vida al aire libre estudié Geología. Comencé trabajando los Andes del sur de Mendoza, en una Comisión Geológica de YPF. Campamento, vehículos todoterreno increíbles, largas cabalgatas. Las cabalgatas eran cultas: como eran varios caballos, bastaba dejar la rienda en la montura y ponerse a leer algún buen libro. Recuerdo haber leído Juego de Abalorios y Así Hablaba Zaratustra al ritmo del caminar del caballo…
Paisajes, puestas de sol, y la larga conversación con las montañas y las piedras para que contaran sus secretos y así hacer mi trabajo. Si, hablo con e hice hablar a las piedras, y así me llevaron a descubrir cinco yacimientos de petróleo y gas. El campo duró poco, la conversación con las rocas duró 48 años. Como dijera un cantor de boleros, mis conversaciones ya viejas no tienen ya escucha en la industria petrolera.
Esa es una parte de mi vida. Me llenó la cabeza de paisajes, hablé con montañas del mundo, conversé con los paisajes del presente para entender los del pasado, de muchos millones de años.
Imaginaba esos paisajes poblados de magia, de elfos, de ñomos, dinosaurios, mosquitos gigantes, cefalópodos inmensos; conversé largo con mis ascendientes los mapuches, en la Patagonia y en Chile. Me contaban sus leyendas, les inventaba las mías.
De chico era bueno escribiendo composiciones. Los maestros –unos españoles muy severos- me ponían “Muy Bien, si la hizo usted”. Siempre escribí solo, sin ayuda. Había un gran secreto: leí muchísimo, cuanto libro caía en mis manos. Leía los libros de la biblioteca parroquial, el secundario me trajo los clásicos del Siglo de Oro, en prosa y teatro. En casa de mis padres estaban las obras completas de Ibsen, La Revolución Francesa de Thomas Carlyle, Sartre, Herman Hesse, Kierkegaard, Los Miserables, los poetas malditos franceses, Goethe, Beauvoir. Incursioné por la poesía, me fue muy mal. Las palabras se negaban a darme sus significados, el idioma perdió encanto.
Aparecieron los informes científicos. Áridos, estructurados. Siempre la crítica al texto y no a las ideas, que escribir a la francesa, con todo el razonamiento y la conclusión al final, a la que cualquier lector nunca llegaba pues se atosigaba antes; que a la americana, con las conclusiones al principio y el resto luego, entonces criticaban que no decía por qué decía lo que decía…
Era un desierto de palabrejas. La prosa volvió a ser un oasis, y empecé a escribir cuatro novelas, y bosquejé dos mas. Paisajes, viajes exóticos, personajes mágicos, mis ancestros mapuches, recuerdos de infancia, novela negra. Algunas envejecieron mal, para el lado del vinagre si fueran vinos. ¿Quién se acuerda hoy día de un Studebaker, un automóvil americano que la cupé tenía la luneta trasera curva, como un puesto de artillería de un avión de la segunda Guerra? Era la base de una novela negra, en la que aparecían la Polaroid, los trenes eléctricos a escala, todos objetos que ya son historia. Y así surgió la duda terrible, destructora: ¿para quién escribo?; ¿quiero escribir sólo para mí ?
La industria petrolera no necesitaba mas de mis conocimientos, al menos en el formato que yo los manejaba. Vi a muchos envejecer mal entre los vapores malignos de sus glorias pasadas. No quiero eso para mí. Siempre me gustó el humanismo, hora de volver a él. Si uno quiere aprender algo bien, debe ir a donde se enseñan cuerpos de conocimiento coherentes. Ese lugar es la Universidad. Estudié los programas de Psicología, Sociología, Antropología. Todos los veía con alguna traba molesta para mí. La jerga psicológica me causa mareos, me ahoga, a pesar de veinte años de psicoanálisis. La parte estadística de la sociología ya no es para mi, eso que estudié hasta el equivalente de Matemáticas IV de Ingeniería, pero ya basta de números. Antropología no abarcaba todo el espectro humanista. Hasta que encontré Periodismo en Ciencias de la Comunicación. Buena dosificación de Historia, Antropología -me gustaría completar algunas materias de sociología- y el agregado de Talleres de escritura, radiofonía, televisión. Pinta bien para mí. Y aquí estoy, mi objetivo es el camino, no la meta. Los autores que he incorporado desde el CBC al presente ya justifican ese camino – muchos son sociólogos - y debe haber muchos mas esperando a la vuelta de los próximos libros. Si llego a la meta, haré periodismo de investigación. Tengo todo un pasado lleno de interrogantes y vivencias que pueden servir para un “freelance”, y hasta podría completar mis novelas, la Facu me enseñará cómo domar al dragón del para quién escribo.
Notas para presentación
Vida previa
Experiencia de escribir
Expectativas de carrera y de materia
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